Por la periodista Doris Paniagua.
Empezó la pesca en el mar de la corrupción en República Dominicana y en el primer lanzamiento de la red, sacaron un espécimen considerado en el mundo animal, como astuto, silente, capaz de ocultarse y entrar en los lugares más difíciles, un animal sagaz, que luego de ser capturado es una exquisitez para quién disfruta las delicias que tiene para ofrecer este mar plagado de un sin número de criaturas que aunque traten de esconderse, la red está preparada para atraparlos y ofrecerlos al restaurante de la justicia para que los prepare de las maneras más finas, eficaz y sin desperdicios, con el único propósito de que los comensales comiencen a disfrutar de esos platos finos que veían imposible degustar, pero llegó el momento y los pecadores iniciaron con la captura de un manjar, un enorme pulpo que hoy comemos todos.
¡Ay caramba! y le tocó a un pulpo, uno grande, y a mi entender un espécimen que puede considerarse un fenómeno. Si señores, fenómeno, pues este cuenta con mucho mas de ocho brazos, los cuales según las investigaciones del ministerio público, esos chef que sean esmerado buscando e investigando las mejores recetas (las pruebas) para cocinar el octopus de forma minuciosa para no dejar nada de desperdicios.
De acuerdo con los investigadores del ministerio público, el considerado cabeza de la red corrupta, usaba sus tentáculos en cada institución aprovechando el poder que le daba su estatus de vinculo familiar para acabar con los recursos del Estado, violando leyes, saltando procedimientos y quitando la oportunidad a aquellos que competían limpiamente para ofrecer sus servicios en aquellos proyectos que requería el Estado; sin embargo, éstos no tenían oportunidad, pues eran aplastados por las empresas creadas por el pulpo.
Pero se prepararon los condimentos y salieron a buscar el ingrediente principal, el pulpo, y por varios días se estuvo sazonando, marinando, con especias de las mejores, para que el pueblo se deleite y sorprenda con el sabor que este posee, sin restricciones, sin límites, pues está todo preparado para que nadie lo salve del fuego que le espera.